martes, 24 de abril de 2018

La Semana del Lobo - Entrada 02

Hola lectores/as,

Ayer fue la primera de esta semana especial de entradas, comentando las novedades editoriales a nivel rolero. En esta ocasión, toca trasfondo, por lo que analizaré desde el formato de la fantasía a uno de los Dioses del Caos de Warhammer: Tzeench, el Dios de la Transformación.

Desde los principios...

En una época en el que el mundo  no era mundo todavía, las distintas fuerzas y corrientes de magia se hallaban en estado puro, en su forma más caótica. Energías más allá de toda comprensión se hallaban en los Portales de cada polo de la tierra, portales puestos por los Ancestrales, una poderosa raza cósmica que se instauró en el mundo, en dimensiones paralelas. Sin embargo, las fuerzas que se hallaban más allá de toda comprensión tomaron forma, convirtiéndose en los Dioses del Caos. Con su aparición, las energías implosionaron, provocando la destrucción de estos portales, cuyos trozos cayeron en la tierra. Los restos de material y magia influyeron en todo ser viviente, creando así los primeros monstruos.

De entre estos restos, aparecieron las distintas Magias del Caos y fragmentos de Piedra Bruja. Heridas abiertas de otras dimensiones quedaron en los mismos Polos, y pronto los humanos adoraron a los Dioses del Caos para conseguir un poder inimaginable, a cambio de la condenación eterna.


Cada vez que las fuerzas de los Guerreros del Caos se unen bajo la comandancia de un Gran Señor del Caos, Paladines, Guerreros, Caballeros, Bestias, Demonios y todo un sinfín de atrocidades a ojos de la mirada humana normal lanzan una serie de incursiones hasta liberar una gran Guerra, contra todo el reino de toda criatura viviente. Las Tribus de Bárbaros del Norte, las tribus de los Hung, o los feroces Kurgan son solo algunos ejemplos de adoradores del Caos. Feroces, sangrientos, con una resistencia sin parangón, muy supersticiosos y con ansias de batalla, cada vez que se derrama la influencia del Caos, el Viejo Mundo tiembla.
De entre sus tropas, solo los más fuertes y los que consiguen más victimas para sus Dioses se van convirtiendo en Paladines, guerreros con una serie de recompensas y marcas divinas que se van transformando a medida que suben en el escalafón. Pero ello supone un alto precio: el Paladín bien puede alzarse a otro estado muy superior al humano y estar cerca de su Dios, la Demonicidad, o caer en una bestia deforme, conocida como Engendro del Caos. 

Sin embargo, de entre los cuatro Dioses existentes, Tzeench quizá sea el más maquiavélico y peligroso de todos ellos. El Que Cambia las Cosas, el Gran Mentiroso, el Gran Manipulador, es Señor de los conocimientos ocultos, el que teje los hilos del destino del Universo y del Destino. Es el Dios favorito por parte de muchos Hechiceros, puesto que les aporta un gran poder y conocimiento en los Vientos de la Magia...a cambio de su propia humanidad. 


Las Magias de Tzeench por lo general suelen basarse en el cambio y en la maldición. El Fuego de Tzeench, el Rayo de Cambio o la Tormenta de Fuego son solo algunos ejemplos que el Saber proporciona a los Hechiceros. Por otra parte, los Regalos que recibe de este Dios siempre tendrán en cuenta poderes inimaginables, que harán mutar el cuerpo de quien lo reciba, así como la oportunidad de alterar la realidad, tanto la suya como la de sus enemigos.
Por otra parte, los demonios de las hordas de Tzeench son muy peligrosos en el combate a distancia. Fuegos disformes y multicolor pueden surgir de las fauces de los Incineradores y de los Horrores. Bestias planeadoras conocidas como Aulladores enloquecen las mentes humanas, mientras que los Príncipes y los Grandes Demonio están más allá de toda realidad humana, puesto que sus grandes poderes les permiten aniquilar a un humano en tan solo un chasquido, enloquecerlo o convertirlo en un diablo menor. El Señor de la Transformación es la representación viva más poderosa y aterradora de Tzeench. Su manifestación viene precedida por alteraciones en la realidad, mutaciones e incluso grandes vientos de magia, que confunden a todo aquel que no esté imbuido en la magia del Caos.

Sin embargo, el Reino del Caos de Tzeench es algo indescriptible a la imaginación humana. Mundos con forma cambiante, pasillos de cristal multicolor que van cambiando a cada paso, las más bajas pasiones y emociones humanas se magnifican mil veces, y todo un sinfín de horrores se van sucediendo a la víctima atrapada en ese reino fuera de la realidad. Solo dentro de su Edificio Principal, apenas alcanzado por ningún humano o demonio normal, se halla la fuente del mal y al propio Tzeench, quien sonríe en la oscuridad, maquinando y contemplando el devenir de los acontecimientos, sin que nadie sepa ahondar ni en su mente ni en su naturaleza, pues Tzeench es demasiado complejo para comprenderlo.

Y esto ha sido todo por hoy. Espero que os haya gustado el trasfondo de este Dios del Caos, extraido del mundo de Warhammer Fantasy. ¡Nos vamos leyendo, pasadlo bien!





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